Por: Fernando OPhelan P.

Un día mi buen amigo Samuel Abad, gran hombre del Derecho Constitucional me pregunto si podía ayudarlo a que le paguen más rápido su cheque en la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial. Todos esos jóvenes académicos treintones progres trabajaban directa o indirectamente para la Comisión Andina Juristas. Yo llegaba recién desempacado de los Estados Unidos contratado para un proyecto internacional en Perú con la Universidad Católica. En esos días a pesar del fujimorismo esos académicos estaban convencidos que el caos judicial era una emergencia nacional. 

Veinte años después esos jóvenes son el establishment progre del país, la reserva moral que lleva las banderolas en first line. Los que llevan a sus invitados extranjeros a la posada del ángel y compran supervip para cualquier concierto progre en el Teatro Nacional.

Hoy varios son congresistas, ministros, líderes de opinión y políticos anticorrupción. Pero todos sin excepción convivieron con esta sociedad clasista, agresiva, violenta. Esta sociedad peruana que irrita hasta el llanto cuando ves que solo miran los ejes de poder, sus propias ambiciones de poder y ninguno se detiene a ver la maldad del sistema de justicia para los líos cotidianos.

Aquí no hay auto renovación o haber más que valga. En el Perú hay injusticia y corrupción estructural. La salida de autoridades y el nombramientos de otros no cambiara nada porque todos nos seguimos llamando compadrito, hermanito, broder, porque todos somos unos free riders al mango.

Solo nos queda ponernos autocontroles, isos anticorrupción, desincentivar el costo oculto , promover a lo Lenin y lo gramsci nuevos cuadros en todo el sistema y esperar que lo arcaico y patético de todos estos santones generales , coroneles, jueces supremos, fiscales supremos, dueños de ongs supremos todos ellos extingan este modo de ser peruano y que algunos de los tantos que vibraron con emoción los gritos de peruanidad que hasta a mí me contagio, logre clasificar para un nuevo país en el 2022.