Voy por el tercer vaso de yonque en el Lara, mi papá rellena de Luca y la inevitable sensación que todo se fue a la mierda en Tumán. No había visto llorar a mi padre desde que murió la abuela o mi madre lo agarró a zapatazos en la fiesta de matices. 

Avanzó por este camino de tierra, al costado una piedra sucia que hace de banca sin marmolear. Un cordel de ropa antifumones cinco cuyas tres gallinas y dos perros. Con o sin desobediencia civil mi viejo trae a sus compañeros de trabajo. Fiamos chelas y hacemos un migadito para todos.

Soy tumaneño y hoy me duele el alma. Mi viejo llora como un niño. Oviedo es odiado a nivel nacional, lo acusan hasta de asesino pero nada de eso cambia las cosas: Le debemos a todo Tumán no tenemos nada para vender y ni siquiera la azúcar del almacén nos la quieren dar. Egúsquiza dice que ha conseguido un comprador y quince soles de comisión por bolsa para el pero igualito seria como autorrobarnos.

Mi viejo y mis tíos fueron a la reja de la empresa, canal N trasmitía en vivo, la sirena sonaba y de repente unos muchachos gritaban cosas extrañas sobre un capitalismo mugriento y la batalla final.

Mientras tanto en el local de cortadores los dirigentes Torres More y Pablo Niño escuchaban a dos empresarios de origen narco Eduardo Gil y Andrés Sáname ofreciéndose como nuevos gestores de la empresa. Torres More ofreció a Rodríguez Gálvez. El triunvirato estaba hecho. Nuevos opresores los mismos oprimido.

Llamo a Lima a mis tíos a mis amigos. Nadie nos hace caso. Tumán es sólo una noticia, una piedrita en la vorágine de caída libre. No soy del Movadef pero toda la rabia que tengo en algún momento tendré que botarla.